Resulta que Susan DeLucci, una mujer de 22 años y residente en los Estados Unidos, se despertó a las 5 de la mañana con una dolorosa necesidad de acudir al servicio y al sentarse en el baño, de su vagina salió una marea ardiente de una inclasificable inmundicia. Envuelta en un espantoso dolor, la mujer gritaba con desesperación, lo que alertó a los vecinos, quienes llamaron a la policía.
Cuando llegaron los efectivos sanitarios, la señorita DeLucci yacia cadáver en el suelo del cuarto de baño, de la entrepierna le chorreaba un líquido verde amarronado, y del interior de la vagina le colgaba una criatura, no más grande que el dedo de una mano. Se trataba de un camarón del fango, que se retorcía dando saltos de un lado al otro. Los sanitarios, horrorizados, miraron luego en el váter y allí, saltando y brincando en el agua, encontraron decenas de crías de camarón.
La muerte de la mujer fue el resultado de un traumatismo craneal, ya que cuando se levantó de la taza y vio lo que había expulsado, la impresión hizo que se desmayara, golpeándose la cabeza contra el lavabo y luego contra el suelo.
Se cree, por las investigaciones de la policía, que dos noches antes, la señorita DeLucci había comprado en la pescadería una langosta viva, y mientras descansaba en el sofá, se insertó suavemente la cola de la criatura en su vagina para darse placer. Lo que ella no sabía es que el intestino y el colon de la langosta estaba lleno de huevos de camarón del fango, animalitos que tienen un periodo de gestación de dos días, y la mujer estaba sólamente a cuatro días de la regla. Los médicos dedujeron que el punto de su ciclo menstrual tenía el equilibrio perfecto para incubar los huevos y, dos noches después, simplemente “dio a luz” unas 1000 crías de camarón del fango.